Por amor a la camiseta

MARIANA SEQUEIRA: PERIPECIAS Y VICISITUDES EN EL FÚTBOL FEMENINO

Por Carla Rizzotto

Nota publicada en la revista número 4 de Túnel, mayo-junio de 2015.

Tiene que pagar para jugar, entrena en canchas de tierra y debe hacer frente a todo tipo de prejuicios. Pero las ganas se anteponen a cualquier obstáculo, y ella elige este deporte pese a las malas condiciones. Como cada martes, le espera un día movido. Saldrá de casa a las 8.30 horas para volver minutos antes de la medianoche. Desde su trabajo periodístico en una radio, se irá a la clínica del ejercicio del Círculo Católico para cumplir su rol de profesora de educación física. Entrada la tarde, comerá algo rápido, armará el bolso y esperará el ómnibus que la llevará a entrenar al Cerro. Apenas termine, correrá a la parada para llegar lo antes posible a la otra práctica en Punta Carretas.

Sus días son así desde que eligió jugar en tres equipos: en fútbol once con la camiseta albiceleste, en sala para Udelar y en futsal de la liga universitaria defendiendo a Paysandú. Eso, además de sus dos trabajos. Aunque quisiera, no podría vivir de este deporte. Es que al igual que sus compañeras, no gana un centésimo en ninguno de los cuadros; de hecho, tiene que pagar para jugar. La realidad es esa, y la toma tal cual se presenta. Pero eso no significa que aplauda las condiciones. No proviene de una familia futbolera. Su padre la llevaba cada tanto a la Bombonera de Malvín Norte a ver algún que otro partido, pero fanáticos nunca fueron. Tampoco hubo nadie que lo practicara. Pero a ella siempre le gustó el deporte –de ahí su profesión–. Y si bien de chica se enfocó en la gimnasia artística, entre clase y clase solía mezclarse en los picaditos mixtos que se armaban en el club. Finalmente, la invitación de una compañera del ISEF a integrar un equipo en formación fue su pasaje de ida al fútbol. De esto hace diez años, ella tenía dieciocho.

En su primer entrenamiento aprendió cosas que los técnicos varones suelen dar por obvias: cabecear, bajar la pelota, pararla de pecho. No por malicia, sino porque las tienen naturalizadas. Pero las nenas no nacen con un balón en el pie, entonces hay destrezas que de antemano no se les ocurren, si es que empezaron de grandes, como Mariana. Si tuviera la fórmula para volver atrás y recuperar el tiempo perdido, sin duda sería una de esas niñas que ahora juegan en baby fútbol.

“En los años de la niñez están en las fases sensibles para aprender. El conocimiento que incorpores te queda automatizado para toda la vida. En ningún deporte llegás al máximo nivel si no empezás de chico. Las experiencias motrices diversas –con la cabeza, el pie, la rodilla–; el contacto con la pelota; ver fútbol; jugarlo. Esos años perdidos no se recuperan”.

¿Serías mejor jugadora entonces?

Seguro. Hablo por mí y todas mis compañeras que están en la misma situación. Avanzamos muchísimo porque le ponemos todas las ganas. Tenemos esa fisura de los años que no practicamos, entonces queremos jugar, jugar y jugar. Pero si hubiéramos empezado de chicas sería mucho más simple, y el nivel quizás podría ser el mismo que el de los varones si el inicio fuera parejo. Después están las diferencias que puede haber entre el juego de la mujer y el varón, pero eso es otra cosa.

¿Cuáles son las diferencias?

El hombre tiene un poco más de fuerza, pero en mi opinión el juego de la mujer es más vistoso, técnico y prolijo.

¿Qué dijo tu familia cuando comunicaste tu fichaje a AUF?

Me apoyaron enseguida. En educación física es común que juegues a todo, varones y mujeres tenemos las mismas asignaturas. Dentro de ese ámbito el fútbol está más naturalizado que en otros. Pero tengo compañeras que a las familias no les gustaba que jugaran, no las dejaban, hasta que después lograron convencerlas.

¿Cómo se crean los cuadros?

Hay cuadros más organizados desde el club, como Nacional, Colón y Cerro.

Pero en muchos otros juntás un grupo de jugadoras con ganas de entrenar, conseguís a alguien que tenga ganas de dirigir, si tenés un preparador físico, genial, y si no, una lástima. Pedís un nombre. Y te pagás todo: hacés bailes, vendés rifas, tratás de conseguir sponsors, aunque es muy difícil. En algún momento hemos tenido el apoyo de empresas, pero como no tiene difusión y nadie lo ve, no les sirve.

¿Tenés que pagar para jugar? ¿Cuánto invertís por mes?

En Cerro es distinto porque no pago cuota. Pero en general, en todos lados tenés que pagar para jugar. Hay que cubrir los gastos. La mayoría de las personas que trabajan en fútbol femenino lo hacen ad honorem. Nadie cobra sueldo, ni siquiera el técnico. Yo tengo un gasto por mes terrible. Sólo en cuotas pago 1.200 pesos, unos 700 de fútbol sala para alquilar las canchas y pagar los gastos de los campeonatos, y después viajes, boletos, camisetas. Siempre se intenta cubrir con la venta de rifas, pero llega un momento en que tus compañeros de trabajo o tus familiares te piden por favor que no les vendas más rifas ni los invites a más bailes.

A veces me compro los números yo misma porque no me da la cara. Por momentos no podés con todos los gastos, pero a la vez no querés dejar de jugar.

Hay que ponerle muchas ganas…

Muchas. Un ex novio me decía: “No puedo creer que juegues en estas condiciones, te tiene que gustar mucho”. A él le gustaba también, pero ni loco entrenaba en una cancha de tierra con pozos con forma cuadrada. “No hay ni pasto, no puedo creer que vayas”. Sí, son muchas ganas, de las jugadoras, de quienes están a su alrededor, de los técnicos. Eso es porque no hay plata.

Algunos futbolistas hombres también entrenan en canchas estropeadas.

Sí, pero menos. Los deportes que mueven plata porque hay empresarios de por medio son el fútbol y el básquetbol masculinos. Después hay infinitos deportistas: atletas, gimnastas, remadores, que no tienen un peso. En ese grupo entramos las jugadoras de fútbol femenino, que estudiamos, trabajamos, entrenamos cuando podemos y vamos a representar a Uruguay en un torneo y nadie se entera.

¿Cuánto entrenás?

En Cerro, tres veces por semana, por una hora y media o dos. Dos días en una cancha de forma rara en la que hacemos físico y algunas cosas de pelota, y los viernes en una de once donde hacemos fútbol y algunas jugadas. Que una jugadora de fútbol once entrene en una cancha de fútbol once casi no existe en fútbol femenino, salvo en Nacional. Allí las condiciones son otras, tampoco es que sean excelentes, pero son mejores que en el resto. En futsal entrenamos en un liceo que queda en 21 de Setiembre y Ellauri. Entre los dos cuadros son cuatro veces por semana de sala, pero a veces combinás porque ya saben que jugás en varios equipos.

¿La mayoría juega en más de un equipo?

Sí, en fútbol once y sala. Es totalmente diferente. Futsal es mucho más técnico, prolijo y dinámico. Cuando te acostumbrás a jugar en sala te parece que en once tenés todo el espacio y todo el tiempo del mundo para pegarle. En sala tenés un segundo, y si lo pensaste dos veces ya te sacaron la pelota. Además podés hacer jugadas más vistosas y mayor cantidad de goles.

¿Cómo es el nivel del campeonato local?

Es desparejo. Por eso el año pasado cambió la modalidad del campeonato: al principio se juega una primera ronda todas contra todas y luego se separa en dos copas: de oro y de plata. En la de oro juegan los mejores equipos, y el resto en la de plata. Eso está bueno, porque si no es muy aburrido el campeonato para los que juegan bien. Y para las que no lo hacen tan bien es un embole que te ganen 12-0, que me ha pasado muchas veces, y es horrible.

¿Cuáles son los mejores equipos?

Nacional, Colón y Cerro. Colón es el último campeón, es bicampeón. Este año juega la Libertadores, ya que hay un cupo para Uruguay. A Nacional le ha ido bien en años anteriores, e históricamente fue Rampla, que después se desarmó.

¿Cuánta diferencia hay con los equipos de afuera?

Tengo amigas que juegan en las selecciones de sala y once, y les pregunto todo: las condiciones, las diferencias de nivel. Y da vergüenza. Sin comparar con Europa y otros países, las chicas de Colón que fueron a la Libertadores eran el único cuadro que no era profesional. Fueron con una preparación malísima, les fue horrible. El balance de la selección de once fue excelente si se toma en cuenta la preparación y las condiciones que tuvieron. Estuvieron a punto de pasar a cuartos de final. Pero siempre están peleando de atrás, en rendimiento, preparación, organización.

Los prejuicios

Muchas de estas preguntas resultarían obvias si el entrevistado fuera un futbolista hombre. La reacción de la familia jamás entraría en el cuestionario y la elección sexual no tendría cabida en la charla. Pero cuando se trata de una mujer, la realidad es otra. Y los preconceptos están a la orden del día.

¿Sigue habiendo prejuicios?

Hemos avanzado bastante, pero sigue habiendo.

¿En qué sentido?

Cuando cuento que juego al fútbol escucho toda clase de chistes bobos: “es de varones”, “son todas lesbianas”. Son comentarios con respecto a la sexualidad y al nivel técnico que pueda tener, “se pegan”, “es malo”. De todo un poco. Sin embargo, se ha mejorado pila.

¿Por qué siempre se lo asocia a la condición sexual?

Se asocia porque se da, se acepta y se muestra. Hay muchas parejas dentro de los mismos cuadros o entre los distintos equipos. Capaz que en otros ámbitos no tanto, pero en este está más naturalizado que te pueden gustar las mujeres o los varones. Quizás si en otros ámbitos se aceptara más, se mostraría más. Lo hemos hablado mil veces con amigas, compañeras, y analizado de diferentes ángulos. Llegué a la conclusión de que al estar aceptado tenés la libertad de ser como tengas ganas. Capaz que en otros lugares no es tan así.

¿Cómo es el trato con los árbitros?

Lo de los árbitros es horrible. No tanto en AUF porque están más acostumbrados, pero en la liga universitaria cobran diferente porque somos mujeres. El deporte es el mismo, tiene un reglamento único para todos, sin embargo son más benévolos con las mujeres. Hay reglas que no las cobran, por ejemplo, como las manos. Te dejan hacer más cosas, no son tan estrictos. “Bueno, son mujeres”, piensan, como restándole importancia.

¿Pasa lo mismo con los entrenadores?

No. He tenido muy buenas experiencias con los entrenadores hombres. Les cuesta adaptarse al grupo porque los equipos de mujeres son más conflictivos, al menos eso parece [se ríe]. En realidad depende del equipo, es muy variado. Si se meten en el fútbol femenino, al no haber una motivación de dinero, es porque tienen ganas de sacar el equipo adelante.

¿Qué cosas positivas se rescatan?

Hay avances en muchos niveles. Desde que me acerqué al futbol hasta ahora es mucho más normal que las mujeres jueguen, que alquilen canchas de fútbol 5, que en los campeonatos empresariales se agregue la rama femenina. Cada vez hay más niñas que juegan baby fútbol, en el interior hay torneos sub 16. Hay muchas escuelitas femeninas y mixtas. Se creó la UFA, Unión de Futbolistas Amateur, que es como la mutual pero de mujeres. Sirvió en muchos casos en los que entrenadores querían retener a una jugadora en el club y eso estaba aceptado pero no era legal, porque no percibe un sueldo ni tiene contrato. Entonces el técnico se ensañaba con la chiquilina y se quedaba sin jugar un campeonato como reprimenda. La creación de la UFA logró que se revieran cosas del reglamento, que se hicieran reuniones con la AUF por los campeonatos. Se han conseguido muchas cosas. Antes las canchas de fútbol 5 tenían vestuario sólo de hombres. El otro día fui a unas canchas nuevas y quedé emocionada porque había para mujeres. Parece una pavada pero es importante. Hay pila de avances…

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